viernes, 24 de diciembre de 2010

El ingenuo terror al totalitarismo

Todo discurso político de nuestros días parece situarse obligatoriamente en uno de los dos polos antagónicos. Cualquier intento de hacer política hoy debe inscribirse en la lógica de éste antagonismo típicamente posmoderno que es el que opone democracia liberal a totalitarismo.
Con su nacimiento en la lucha contra el totalitarismo, el despotismo y la tiranía, la izquierda se ha abolido a sí misma en el gesto de adoptar aproblemáticamente el antagonismo, quedando sin herramientas conceptuales para desarmarlo (teniendo en cuenta que ni siquiera busca hacerlo).
El capitalismo actual que ya no se basa en un fuerte poder estatal que asegure la reproducción de las condiciones de producción capitalistas sino en la gradual desaparición del estado, permitiendo así la libre circulación de mercancías, es lo único que se mantiene en pie en la distinción entre el demoliberalismo y el totalitarismo. El “totalitarismo” no es más que una noción ideológica que cumple la precisa función de garantizar la hegemonía del capitalismo liberal desregulado, denunciando como un peligro inaceptable ética y políticamente todo intento de quebrantar en profundidad el orden establecido.
Lejos de ser un auténtico concepto teórico, el "totalitarismo" opera como un eficaz subterfugio que cancela toda posibilidad de crítica radical y superación del capitalismo.
La coca cola parece vivir bastante bien dentro del orden existente y colabora con la naturalización del antagonismo muy generosamente.
El demoliberalismo y la circulación loca de mercancías o el totalitarismo, la política (conciencia de la economía) es ya totalitaria.
La libertad prekantiana más psicótica, sin madre, padre, ni castración (que acaba siempre en la guerra de todos contra todos de Hobbes) o el orden militar, la organización es un intento autoritario de recortar las libertades.
El ello o el superyó, el yo es siempre superyóico.
Todo lo que queda es el Inconsciente mismo y su principio de no negación, o como diría Hegel, la tranquila simplicidad del devenir.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Sobre un nuevo derecho, el de explotación

En su discurso de Plaza Independencia, tras recibir la banda presidencial de manos de Tabaré Vázquez y nombrar a su gabinete, Mujica dijo que “es inútil querer igualar de arriba hacia abajo, la gente clama por lo inverso”.

Desde un principio, el Presidente ha asegurado el respeto al capital. ¿Cuándo fue que desaparecieron del discurso de la izquierda conceptos tan claves y necesarios  como dominación”, “clases”, “antagonismos”,  ”capital”, “plusvalía”, incluso “capitalismo”? (Estoy demasiado tentado a encuestar “verdaderos izquierdistas” para ver cuantos saben qué significa algo tan básico como “plusvalía”). Hoy estamos demasiados ocupados en  hacer menos pobres a los pobres, disminuir el desempleo, detener el avance de la delincuencia, y todo sin tocar jamás la lógica económica del capitalismo, es decir: creamos comedores públicos  o refugios, aceptamos la entrada de cualquier empresa extranjera que pueda crear puestos de trabajo, entregamos armas a los comerciantes, contratamos más “efectivos policiales” o ponemos militares en las calles.
Cualquier cosa mientras las condiciones de produccion-explotación capitalistas sigan en pie.
¿Cómo no resalta el hecho de que nuestro presidente done su sueldo? La clase política, encargada de la organización de una sociedad en todos los sentidos, se resigna a entregar limosnas. Es necesario entender que la caridad existe solo en un mundo en el que es necesaria. Quien está en lugar correcto para modificar ese mundo de manera que la caridad sea solo un triste pasado, se limita (y consagra por esto con su “público”) al darla y destacarla como valor. Lo único que pude representar la caridad, es una conciencia tranquila y la seguridad para pasar a otra cosa, luego de haber hecho un gran acto de pura bondad por lo feo que está la cosa. La limosna es la figura simbólica perfecta: sin pensar en tocar las reglas del juego, lo que hago básicamente es jugar el juego buscando corregir algunas cosas, como sea posible.
¿Qué manía es esa de tratar problemas estructurales de un sistema económico, necesarios incluso para su sobrevivencia (pobreza, desocupación, delincuencia), como asuntos que merecen una mera intervención rápida, algo totalmente banal, del orden de lo pelotudo? Así pasamos a la única forma de acción política en nuestros días: la Corrección.
La lucha política pasa de ser la reunión de voluntades conscientes de su lugar en un modo de producción determinado, con ideales y proyectos positivos de emancipación, soberanía y justicia, a la operación técnica-económica de la corrección.
                                       La reestructuración socioeconómica decae en limosna.

                       La educación y socialización, decaen en  vigilancia normalizadora y castigo.

                                                   Y la política, decae en economía.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Que el Mercado los proteja


"La mejor ley de medios es la que no existe" - Así dijeron Mújica, Astori, el guapo, y un largo etc.
He aquí la retirada del centro de su lugar político universalista, en el cual intentaba con la periferia (centro y periferia como categorías conceptuales) establecer un laso transferencial llamado Educación, hacia un lugar de pasiva observación.
Con el argumento de que una ley de medios significaría "recortar las libertades", Mújica se ha inscripto en la lógica del liberalismo, ya no solo económico si también cultural (aunque podría decirse que éste es tan solo una pata de aquel).
¿A qué libertad se refiere? Creo que la caída de la política en la izquierda se ha dado por la adopción de conceptos como "libertad" o "justicia" tal y como nos los entrega el mercado. Desde ese momento la izquierda ya no ha buscado ser intelectualmente resistente a lo ideológico que puede ser cualquier tipo de acción, enunciado, etc. y más todavía, ya ni siquiera se molesta en leer la cobertura ideológica en las cosas (siguiendo a Althusser, es ideológico algo en tanto intenta crear una representación falsa de las reales condiciones de existencia, perpetuando así las relaciones de producción-explotación capitalistas). El abandono a la resistencia es doble, teniendo en cuenta que los medios, funcionaron siempre, y más en la actualidad, como el principal aparato ideológico de Estado.
Entonces, y ahora sí, ¿que significa libertad? Libertad de hacer negocios masificando a la gente. Valido es decir: transmitir 24 horas de Tineli, Ricardo Fort, y su multiplicación en incontables programas  parásitos. Se entiende que esto no se dirige en beneficio a las personas si no directamente al capital.
El Estado ya no ocupa el lugar de quien rehabilita a un drogadicto (figura que simboliza muy bien a la masa), creándole una consciencia de sí mismo, un metalenguaje, sino que busca no interferir con sus acciones, cosa que oh, valga saber, lo autoritario que podría llegar a ser, respétese la libertad ante todo.
Muy bien, ellos quieren ser drogadictos, aquellos son muy felices con su pobreza y parece que no esperan nada más, a aquellos otros les parece muy interesante la actitud extraña que últimamente ha tomado Fort. No vayamos amigos a quebrar esas libertades.
Antes otorgarle al otro un lenguaje con el cual pensarse a sí mismo, tener un discurso sobre sí con el que pueda autodeterminarse conscientemente, era otorgarle las herramientas necesarias para ser libre, soberano y autónomo, y se definía como educación (no convencer de tal o cual cosa, sino permitirle decidir conscientemente una vez se encuentre en el lenguaje).  Hoy eso sería un acto totalmente tiránico, totalitario y despótico.
No es la clase política, el centro ilustrado, con su lenguaje y herramientas críticas quién hoy nos educa (o intenta hacerlo), sino simple y directamente el mercado, con su lógica impersonal de la ganancia y el beneficio.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Al menos su fantasma

Al tiempo que el Congreso del PCU ratificaba su visión crítica del gobierno, la senadora Lucía Topolansky (MPP) participó de un acto de apoyo a la gestión organizado por las Redes Frenteamplistas y reclamó "lealtad". (...) Admitió que los reproches y las críticas "duelen porque son compañeros de toda la vida".

En un principio esta nota no pudo dejar de desesperarme. ¿Qué significaba la crítica para nuestro querido gobierno de izquierda? ¿Acaso solo una señal de enemistad, de falta de lealtad? ¿Cuándo dejó la crítica de ser aquello que, en la instancia de distanciación del sujeto de sus condiciones de existencia o de su relación inmediata con la vida, generaba un lenguaje (o en definitiva, era ese lenguaje) con el cual es sujeto podía entenderla, juzgarla y organizarla (su vida), y por lo tanto la primera condición de posibilidad de algo llamado política, en simplemente falta de compañerismo o de lealtad?
Creo que las diez palabras usadas por la Senadora pueden resumir perfectamente la aclamada fuerza (a)política llamada Frente Amplio. Admitiremos que tiene una gran capacidad de síntesis.
Pero no es esto lo que hoy me convoca, sino algo extremadamente más esperanzador. En la misma tarde la Senadora también expreso que:
 “Las internas de algunos sectores parece que cuanto más radicales son, mejor es. Tengo mis dudas".
Esto solo puede significar una cosa, algo está surgiendo ahí afuera. Un tercer elemento vuelve a ser nombrado y distanciado de aquello a lo que no podía permanecer anexado mucho más. El viejo fantasma del comunismo resurge de entre las cenizas de una izquierda que solo ha sabido ser obrera del capital.
Sí, Comunismo, señora.
Marx decía en el manifiesto:
"¿Qué partido de oposición no ha sido motejado de comunistas por sus adversarios en el poder?¿Qué partido de oposición, a su vez,  no ha lanzado, tanto a los representantes de la oposición más avanzados, como a sus enemigos reaccionarios, el epíteto zahiriente de comunista?
 De este hecho resulta una doble enseñanza: Que el comunismo está ya reconocido como una fuerza por todos los Estados de Europa(...)"
Al fin un artefacto con un aparato conceptual o un lenguaje capaz de nombrar al capitalismo, la dominación y la injusticia se asoma en las ventanas del mundo de la fascinación, el mercado y la ganancia.
Podemos al menos mantener la ilusión de que el fin de la historia previsto por fukuyama, y que hoy vivimos plenamente, no es más determinante que la voluntad de una consciencia. Hoy solo puedo vivir de esta idea:
Será posible reinventar la historia.