domingo, 12 de diciembre de 2010

Sobre un nuevo derecho, el de explotación

En su discurso de Plaza Independencia, tras recibir la banda presidencial de manos de Tabaré Vázquez y nombrar a su gabinete, Mujica dijo que “es inútil querer igualar de arriba hacia abajo, la gente clama por lo inverso”.

Desde un principio, el Presidente ha asegurado el respeto al capital. ¿Cuándo fue que desaparecieron del discurso de la izquierda conceptos tan claves y necesarios  como dominación”, “clases”, “antagonismos”,  ”capital”, “plusvalía”, incluso “capitalismo”? (Estoy demasiado tentado a encuestar “verdaderos izquierdistas” para ver cuantos saben qué significa algo tan básico como “plusvalía”). Hoy estamos demasiados ocupados en  hacer menos pobres a los pobres, disminuir el desempleo, detener el avance de la delincuencia, y todo sin tocar jamás la lógica económica del capitalismo, es decir: creamos comedores públicos  o refugios, aceptamos la entrada de cualquier empresa extranjera que pueda crear puestos de trabajo, entregamos armas a los comerciantes, contratamos más “efectivos policiales” o ponemos militares en las calles.
Cualquier cosa mientras las condiciones de produccion-explotación capitalistas sigan en pie.
¿Cómo no resalta el hecho de que nuestro presidente done su sueldo? La clase política, encargada de la organización de una sociedad en todos los sentidos, se resigna a entregar limosnas. Es necesario entender que la caridad existe solo en un mundo en el que es necesaria. Quien está en lugar correcto para modificar ese mundo de manera que la caridad sea solo un triste pasado, se limita (y consagra por esto con su “público”) al darla y destacarla como valor. Lo único que pude representar la caridad, es una conciencia tranquila y la seguridad para pasar a otra cosa, luego de haber hecho un gran acto de pura bondad por lo feo que está la cosa. La limosna es la figura simbólica perfecta: sin pensar en tocar las reglas del juego, lo que hago básicamente es jugar el juego buscando corregir algunas cosas, como sea posible.
¿Qué manía es esa de tratar problemas estructurales de un sistema económico, necesarios incluso para su sobrevivencia (pobreza, desocupación, delincuencia), como asuntos que merecen una mera intervención rápida, algo totalmente banal, del orden de lo pelotudo? Así pasamos a la única forma de acción política en nuestros días: la Corrección.
La lucha política pasa de ser la reunión de voluntades conscientes de su lugar en un modo de producción determinado, con ideales y proyectos positivos de emancipación, soberanía y justicia, a la operación técnica-económica de la corrección.
                                       La reestructuración socioeconómica decae en limosna.

                       La educación y socialización, decaen en  vigilancia normalizadora y castigo.

                                                   Y la política, decae en economía.

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